ERIKA SHIRLEY MOTATO
ERIKA SHIRLEY MOTATO

Don Angustio

Erika Shirley Motato Flórez. Grado 7°-Categoría 2

Guática–Rda. Sede central–Corregimiento Santa Ana.

 

Es un pobre viejo, que aunque para muchos parezca mortal, él considera lo contrario. Es un hombre acaudalado de amigos, unos gratos, otros no. Los mejores de ellos son todos los seres que viven en su sangre, y la gran cantidad de inertes que hacen no solo que su sangre corra más lento, sino que produzca ruido. Esa misma sangre que sirve de alegría a muchos y de alimento a miles, cada día es más escasa. Siento que aunque lo ha dado todo por los demás, no es recompensado de la forma que quisiera. Por el contrario, siento cómo su organismo se ahoga por todo aquello que a los humanos les sobra.

Cierto día se despertó como de costumbre, y sintió que su cuerpo no era el mismo. Aquellos órganos que cubrían todo su cuerpo y lograban el sonido de su sangre, eran más grandes, y los animales que saltaban en las orillas de su vertiente sanguínea, ya no lo hacían. Entonces, decidió que miraría más abajo en dirección al recorrido de su sangre. Caminó y caminó en busca de la causa de su desgano. De repente, se encontró con una   gran cantidad de hombrecitos que se peleaban por un lugar de donde sacar sus pedacitos   inertes y destruirlos para conseguir unas semillitas doradas y diminutas. Tratando de ser   un poco indiferente, continuó su recorrido, y al acercarse a un lugar, observó un monstruo de metal absorbiendo su sangre para llevarla a otros lugares. En efecto, su ahora no sangre   le pertenecía a una gran cantidad de pequeñas casitas con sus arbustos y grandes parques, quienes le reclamaban para refrescarse.

Fue tanta la desilusión y angustia, que debió detenerse y formar un gran lago con su sangre, para después dejarlo huir de sus entrañas y que todo desapareciera. Pero todo fue   inútil, pues no quedaban fuerzas para hacer tal cosa, y por el contrario decidió esperar a que de lo alto, y como única alternativa, le llegara más y más sangre. Pasaron y pasaron los días, y ello no sucedió. Sus lágrimas no se hicieron esperar, y trataron de arremolinarse en algunas partes de su cuerpo, pero fue inútil, pues ellas tampoco tenían las fuerzas para   sobresalir. Pronto le llegó una de las más fatales noticias que puede tener cualquier ser. Tenía que ver ahora con su incontrolable y angustioso deceso. Una gran amiga, llamada Doña Rivera, la cual se encargaba de vigilar quién entraba al caudal de su sangre, le informó que sobre ella llegaba una gran cantidad de sangre negra y de mal olor, que en forma intrépida y desagradable se mezclaba con su sangre. Entonces, Don Angustio le   preguntó sobre su presencia, y ella le informó que venía de un lugar totalmente diferente que todos llamaban ciudad.

Don Angustio ya no era uno como los demás; había perdido su capacidad para que otros navegaran por su cauce. Cada vez era más profundo y desolado. Seres inertes o rocas se habían agigantado. Y los pocos animales que disfrutaban de la vida, saltaban, pero no de alegría, sino en busca de un lugar donde el oxígeno no hubiera sido hurtado. Las verdes y suaves algas decidieron colgar sus cuerpos de un mejor lugar, para esperar de una forma no tan dolorosa su muerte. El luminoso astro ya las castigaba de manera continua, y lo único que podían hacer era esperar que un pequeño caudal las rociara y las refrescara un poco. Los pocos peces, anfibios diminutos y corales de agua dulce, al igual que algunas plantas acuáticas, quisieron reunirse para debatir la problemática. Lo hicieron en uno de los pequeños remolinos que aún quedaban, pero ante la desilusión de la mayoría, decidieron huir hacia otra vertiente y dejarse llevar por otras sangres hacia un lugar mayor.

Así lo hicieron, y Don Angustio solo pudo desearles suerte ante su partida. Pero todo fue peor, al caminar hacia su objetivo la mayoría de ellos iban pareciendo, a los peces que cargaban a cuestas algunas plantas no les alcanza la fuerza, los anfibios desearon saltar duro y aventurarse a algo mejor. Cierta mañana, se observó cómo una gran cantidad de hombres con cabezas plásticas y sobre monstruos de metal, lanzaban órdenes para cavar sobre lo que una vez fue el gigantesco cuerpo de Don Angustio, y convertirlo de concreto con dirección incierta. Ahora navegaban automóviles exigentes de energía y productores de gases que hacían toser hasta al más inerte de los seres.

Una que sí se mantenía muy feliz era Doña Sofía, ya que abundaba en sangre, y por lo profundo de ella abundaban animales como peces, tortugas, estrellas de mar, pulpos, ballenas y otras especies. Saltaban de alegría, pues la sangre donde habitaban era muy limpia, y también su oxígeno. Pero a ellos nunca les pasó por sus pequeñas mentes que algún día les podrían contaminar su hábitat, y que los afectaría mucho. De igual manera, ellos siguieron felices, disfrutando de lo que tenían ahora y lo que para unos años más no podrían tener y disfrutar.

Al fin empezó a cumplirse la contaminación. Empezó a aparecer, ya que los seres humanos usaban los frascos de vidrio y de plástico, y las bolsitas de los dulces las tiraban al piso y no a los basureros. Luego cogieron esto y lo tiraron a la sangre de Doña Sofía, y cada vez que recogían basuras allá iban a tirarla. Desde esto comenzaron a generarse los problemas, ya que algunos animales empezaron a enfermarse debido a la contaminación tan verraca que comenzó a generarse, pues no solo comenzaron a contaminar la sangre de Doña Sofía, sino también la de otros.

Ahora Doña Sofía vive muy angustiada; no sabe qué hacer, porque están comenzando a escasear las plantas de su superficie, y no hace sino pensar cómo va a sacar sus animales adelante si se le acaban las plantas. Y no solo eso, también su nivel comienza a bajar debido a que los nacimientos de sangre más pequeños los están dejando acabar, pues comienzan a talar los árboles de sus alrededores y no saben que los perjudicados van a ser todos los seres humanos. No estamos tomando conciencia de lo que estamos haciendo con nuestra fauna y flora, y no sabemos que nosotros mismos estamos destruyendo el futuro para nuestros hijos.

Doña Sofía ya está cansada, agotada y muy triste, pues debido a la contaminación se   murieron las plantas de las cuales los animales se alimentaban. Ahora ellos son los que   pagan las consecuencias, porque no tienen comida y, del hambre tan verraca, cuando   encuentran bolsas plásticas se comienzan a alimentar de esto, y unos quedan atrapados y desafortunadamente mueren tratando de desenredarse. Debido a esto, se acabaron las   tortugas y algunos animales.

Don Angustio, al ver a Doña Sofía tan agotada y desilusionada, se puso a hablarle de lejos, y le decía:

Doña Sofía, no me aterro por lo que le está pasando, pero de corazón lo siento. Lo mismo que le pasa ahora, me pasó algún tiempo. Vivía muy contento con mis animales, mi sangre era muy limpia, pero un día inesperado llegó un monstruo de metal que absorbía mi sangre para llevarla a otros lugares. Y mi sangre ya no me pertenecía, sino a otras personas que vivían en casas. ¿Pero sabe qué me da más rabia? Que se llevaron mi sangre para desperdiciarla, y no saben hacer buen uso de ella. ¿Sabe, Sofía? Lo único que podemos hacer es juntar su sangre con la mía, pues las dos ya están contaminadas, y quizás puede que así vuelva a tomar nivel nuestra sangre.

Pues sabe, Don Angustio, estoy de acuerdo con usted. Puede que haciendo lo que usted dice, podamos salir adelante y no nos dejemos derrotar. Nosotros podemos salir adelante, pero siempre y cuando los seres humanos tomen conciencia y recapaciten ligero, para que no se tengan que arrepentir y sea demasiado tarde.   

 

 

                 

LADY JOHANA ARENAS
LADY JOHANA ARENAS

La pareja eterna

Leidy Johana Arenas Mesa. Grado 11°–Categoría 3

Belén de Umbría. Instituto Educativo Juan Hurtado.

 

Cuán afortunados fueron mis oídos al escuchar tan emotiva conversación: doña Naturaleza pronunciaba las palabras como si sus labios fueran la mayor fuente de inspiración… y don Ecológico, atento, se dejaba conmover ante aquel amor hecho palabras que doña Naturaleza le daba a conocer. Amor que no era entre ellos, pero que aparecía en todos los periódicos sentimentales de aquel momento, porque esa pareja es el mejor ejemplo de que las matemáticas en el amor fallan, ya que uno más uno no es dos, sino un solo corazón.

Yo, testigo de esa gran obra de comunicación, escuché maravillado lo que doña Naturaleza relataba con tanta pasión.

Él calienta diariamente su piel, en diferentes lugares de su cuerpo. Ella danza a su alrededor sin importar la distancia que los separa. Una pareja que da vida a diferentes seres y alberga en su profundo amor, el único lugar del universo donde existe el pensamiento superior.

Ella, paciente, sumisa, receptora de toda la luz, de todo el calor de aquel ser superior, gigante, pero a la vez amante del tercer planeta, agacha la cabeza en señal de respeto, indicando su superioridad, pues necesita de su presencia y protección para seguir conservando el equilibrio interior. Él tal vez sea capaz de vivir sin ella, pero ella no resistiría tal abandono, puesto que su cuerpo perdería el aire, la sangre, y su corazón no volvería a palpitar.

Su noviazgo ha durado millones de años, porque ella siempre ha sabido conservar el manto de la dignidad, que hace que su Sol la respete, porque en su profundo amor podría llegar a lastimarla.

La capa de ozono ha sido su cómplice, protegiendo sus intereses, y a la vez ha servido de Cupido, permitiendo que él la visite decentemente y puedan sentirse como una pareja inseparable, como una dualidad perfecta sin machismo ni feminismo, solamente como un gran globo de amor.

Su unión amorosa ha dado infinitos frutos, ¡aunque no estén casados! Ellos también se han modernizado y desde hace muchísimo tiempo viven su amor en plena libertad.

Sus hijos, encantadores, disfrutan de todo el abrigo que Dios les quiso relegar: su madre siempre presente, su padre pendiente de todos, y juntos les regalan el más sublime hogar que nunca nadie ha sido capaz de construir.

En la infancia, sus hijos, traviesos como todos los niños, hacían pequeños daños, pero sus padres sin embargo los seguían educando, olvidando, porque para las ofensas, el Alzheimer es la cura natural.

Hoy, ya adultos ellos, y viejos sus padres, les ha dado por tener una crisis familiar. Don Sol y doña Tierra tristes, agobiados, sorprendidos, se están muriendo lentamente al ver cómo sus hijos pelean por una herencia que aún no han recibido, por un patrimonio que les pertenece a todos.

Doña Tierra, enferma de la presión, cambia y cambia de temperatura súbita y radicalmente, sus pulmones ya casi no pueden respirar porque han aspirado todo ese humo de la ambición que sus adorables hijitos han dejado salir del interior de su corazón. Su piel se reseca, su sangre se agota, su aire se ensucia y sus lamentos desaparecen en una familia que no la escucha, porque hasta su idealizada pareja empieza a lastimarla. Él quiere seguir viviendo y tal vez esa existencia sea a costa del sufrimiento de su bien amada.

Un silencio profundo invadió el ambiente acústico que yo estaba escuchando. Confuso, quise preguntar qué estaba sucediendo, por qué la pareja ideal se estaba desvaneciendo.

De repente don Ecológico lanzó un gran lamento: ¡Ay, qué situación!

Y al tiempo su chispa se encendió queriendo encontrar una solución.

Si su separación es culpa de sus hijos, se puede remediar un poco ese dolor.

Tú y yo somos sus descendientes; reaccionemos, actuemos y no permitamos que esta historia tenga que apagar su calor.

En ese momento mi corazón se aceleró, no pude contenerme y de repente cuatro ventanas visuales estaban sobre mí. Ellos comprendieron mi curiosidad y tres buenas intenciones se pusieron a funcionar.

Pensemos de una manera amorosa o ecológica, que para este caso es igual; salvemos a nuestra tata tatarabuela Tierra. Quizás en algún momento ella tenga que partir por leyes naturales, pero no seamos nosotros esos parientes ingratos que la hieren con el arma de la indiferencia.

Doña Naturaleza prendió su potencialidad y convocó de inmediato a su familia para que la vinieran a ayudar. Al estar todos presentes, don Ecológico, siempre tan lógico, empezó a realizar operaciones matemáticas para hallar remedio a aquel mal de amor:

– Restemos contaminación.

– Dividamos los recursos naturales para que alcancen para todos.

– Sumemos buenas voluntades para reciclar y manejar de la mejor manera los avances de la ciencia.

– Multipliquemos esfuerzos.

Elevemos a la máxima potencia la conciencia ambiental, y saquémosle la raíz cuadrada al calentamiento global.

Todo esto fue aceptado por la familia, a la cual, sin saber, yo también pertenecía, porque nuestro apellido es Humanidad.

Empezamos a actuar y luchar incansablemente hasta reparar, casi de manera total, aquel amor entre don Sol y doña Tierra Humanidad.

Así pudimos cambiar el final; aquel par de abuelitos orgullosos de sus tata tataranietos, anunciaron, sentados en la nube de la felicidad, cuya alfombra tenía la forma de unos hermosos labios ansiosos por besar:

– Nos casamos en el cielo al frente de las doce del medio día.

 

 

 

 

El sueño del reencuentro

 

Harold Daniel Montes. Grado 11°-Categoría 3

Apia–Rda. Institución Educativa Sagrada Familia.

 

Hubiera querido empezar de otra manera mi historia, pero la siento tan mía que no tengo otra opción, parece que esta hubiera existido siempre porque, más que mi historia, debiera ser la historia de todos, o por lo menos de muchos que vivimos adormecidos en un eterno engaño.

Todo comenzó aquel día en el que nunca imaginé que una salida al campo con los compañeros del colegio marcaría mi vida tan drásticamente. El tour empezó a las 6 a.m. El bus salió muy temprano y mi hermana, retardándose como solía hacerlo para todos los eventos importantes, casi nos hace perder el viaje; a medida que avanzábamos hacia nuestro destino, ella y yo dormíamos durante todo el trayecto. Hasta que por fin el bus paró y nuestro guía nos dio la bienvenida, dijo que estaba seguro que sería una gran experiencia para todos. Recuerdo que vi en su mirada un brillo intenso, que aún no lograba descifrar.

Al bajar del bus, el aire frío y húmedo del páramo me tomó por sorpresa; se supone que debíamos estar todos juntos para iniciar el recorrido pero yo me adelanté un poco, pues unos metros más arriba la naturaleza dejaba ver sus impactantes formas. Sin embargo la piedra era demasiado lisa y el musgo húmedo favoreció que cayera en lo profundo del bosque; mientras rodaba podía escuchar los gritos de mis compañeros y profesores a lo lejos. Descendía rápidamente entre piedras y ramas hasta que todo a mi alrededor se nubló y solo recuerdo el momento en que la luz del Sol iluminaba mi rostro, y una suave brisa acariciaba mis mejillas y me susurraba en un lenguaje desconocido, cientos de palabras al oído. Todo parecía normal de no ser por los dos ojos indios que me miraban desde lo alto de un árbol y me hacían sentir como si ya supieran el significado y el motivo por el cual estaba allí. Aquel viejo indígena de poca estatura, cabello lacio, dulce cara y sobre todo ojos negros profundos, me miraba con entusiasmo; lentamente bajó, me tomó la mano y ayudó a levantarme. Recuerdo que le pregunté su nombre y me respondió con una sonrisa. Me llevó hasta la punta de un acantilado y sin previo aviso me lanzó y se lanzó conmigo al vacío; de repente éramos pájaros volando a través de cordilleras y soñando entre las nubes. Más tarde fuimos agua cayendo en forma de gotas suavemente desde el cielo hasta besar la Madre Tierra, fuimos venados corriendo entre verdes praderas de esperanza, y por último nos transformamos en águilas acariciando el Sol. Fue entonces cuando pude comprender el lenguaje del viento, el llanto eterno del agua en la cascada, y el grito mudo de pacha mama: era el llamado de la naturaleza; comprendí al fin que el ser humano era parte de ella, así que aunque muchos intentaran negarlo y avergonzarse de ello, solo volver a nuestras raíces, aprender a dialogar con el hermano árbol, solo danzar alegremente bajo la lluvia y aprender a pintar del azul del cielo nuestros sueños, nos haría encontrarnos de nuevo con nosotros mismos y recuperar el respeto perdido hacia la vida, el respeto perdido hacia la naturaleza. Entonces mis alas se hicieron pesadas hasta transformarse de nuevo en brazos, y mientras caía, el anciano tomó mi mano y obsequiándome una hermosa flor silvestre, me dijo:

Estás listo…

Cuando desperté, todos mis compañeros estaban a mi alrededor; me di cuenta que solo había rodado unos cuantos metros y que llevaba un poco más de cinco minutos allí. Muchas dudas pasaron en ese momento por mi cabeza, hasta que lentamente una sonrisa de agradecimiento se dibujó en mis labios cuando al bajar la mirada, en mi mano derecha, y guardada como un tesoro por mis dedos, se encontraba una bellísima flor de color violeta y blanco.

 

 

 

 

El girasol triste

 

Yeison Andrés Hoyos Ruíz. Grado 2°–Categoría 1.

Celia–Rda. Institución Educativa El Diamante: Sede La Estrella.

 

 

 

 

Había una vez un girasol que lloraba y lloraba sin consuelo alguno, porque sus padres se estaban muriendo. El poco agua que les quedaba se las suministraban a él, pues decían que ya habían vivido lo que tenían que vivir, en cambio el hijo apenas estaba empezando a hacerlo. Hacía ya veinte días que no llovía. Carlos, el girasol, decidió buscar a Laura, un águila amiga, para contarle su tristeza. A Laura se le ocurrió una brillante idea, la cual fue cargar en su cuerpo a su amigo Carlitos y volar con él hasta las nubes.

Al día siguiente, Laura cumplió su promesa y, haciendo un esfuerzo, llegó donde la señora nube. Ella se encontraba durmiendo, por lo que tuvieron que tocar la puerta con mucha fuerza. La señora nube preguntó:

¿Quién es?

Soy yo, un águila que ha venido desde la tierra con mi mejor amiguito llamado Carlitos, que es un girasol –Laurita contestó con una voz melodiosa.

¿En qué les puedo servir? –preguntó la nube.

Carlitos, el girasol, con un nudo en la garganta, le contó lo que le estaba sucediendo con su familia:

Señora nube, no permita que me quede sin familia, yo los amo y no quiero que se mueran.

Entonces la señora nube les contó que los seres humanos que habitaban en la tierra tenían mucha culpa de lo que estaba pasando, ya que contaminaban el medio ambiente sin importar lo que les pudiera suceder a los demás.

Carlitos prometió formar grupos ecológicos por todo el mundo. A cambio, la señora nube se alegró tanto con tal promesa, y se puso tan feliz que lloraba de alegría y sus lágrimas bajaron a la tierra en forma de lluvia. Cuando Laura volvió con Carlitos a la tierra, ya sus padres se habían recuperado, pues el agua les dio de nuevo vida. Así Carlitos pudo recuperar a su familia y desde entonces anda cumpliendo su misión con la ayuda de su gran amiga Laura.

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuento o crónica de una gotita de agua llamada Gotina

 

Danny Esteban Valencia. Grado 5°-Categoría 2

Santa Rosa–Rda. Instituto Tecnológico–Sede Jesús.

Después de un periodo invernal, y por los efectos de la lluvia, una gotita de agua quedó suspendida en la hoja de un árbol que daba hacia el río. Debido a los vientos esta gotita se desprendió y fue a caer al río. Allí se encontró con otras gotitas de agua, formaron un grupo de amigas y ella se presentó:

¡Soy Gotina! Y vengo de una nube muy lejana. Al llover, quedé suspendida en la hoja de un árbol y por el viento caí a este río; no sé a dónde me lleva. ¿Y ustedes de dónde vienen? preguntó Gotina a las otras gotitas de agua.

Las gotitas contestaron:

Venimos de las nubes y caímos a este río, y al igual que tú. No sabemos a dónde nos lleva.

Después de un corto tiempo Gotina interrumpió el silencio y les dijo a sus amigas:

Miren, amigas, ¿qué es ese animal que está a la orilla del río?

Las gotitas contestaron que era una vaca y se estaba bebiendo a las otras gotitas de agua porque tenía sed. Entonces repuso Gotina:

¿Acaso nosotras somos un manjar para esa vaca?

Claro que sí, Gotina. Si no fuera por nosotras, la vaca moriría de sed y de hambre –las gotitas le respondieron a Gotina.

Gotina, durante el viaje por el río, vio unos tubos e inquieta preguntó a sus amigas

¿Qué son esas cosas que están en el río, por donde las gotitas de agua se van y no siguen la marcha como las demás?

Las gotitas le respondieron:

¡Ay, Gotina, tú estás muy inquieta con tantas preguntas! Esos son unos tubos que el hombre instaló para llevar parte del río a los sembrados que están en la orilla para irrigarlos cuando no llueve, para que no mueran de calor y por falta de agua. Y los otros tubos son para conducir el agua a los poblados en donde habitan seres humanos, para que la utilicen en la vida cotidiana de cada familia, en las comidas, el aseo y otras actividades como la industria.

Gotina se quedó pensando y se dijo:

Entonces somos muy importantes, porque entre muchas gotitas de agua, millones de gotitas de agua damos vida a la tierra, a los animales, a las plantas y al hombre para que puedan sobrevivir.

Pero Gotina durante el viaje se llevó otras sorpresas, cuando se fue por dentro de un tubo y llegó a un cultivo de tomates. Sufrió mucho porque allí la intoxicaron con un veneno, y casi de muerte cayó a la tierra. Pero en el momento cayeron de lo alto otras gotitas de agua y pudo salvar su vida y volver al río.

El reencuentro de Gotina con sus amigas:

Gotina, al reencontrarse con sus amigas en el río, les contó su aventura y les dijo:

No entiendo. ¿Por qué si nosotras damos vida, un hombre nos la quiere quitar?

¿Por qué dices eso? –las gotitas asustadas le preguntaron.

Porque durante mi viaje entré por un tubo, y allí un hombre me recibió y me introdujo en un recipiente y revolvió algo que casi me mata; era como un veneno Gotina contestó.

No te asustes, Gotina. Lo que pasa es que tú eres nueva y te falta mucho por recorrer –las gotitas le contestaron. Y otras gotitas que estaban cerca al lugar murmuraron–. Pobre Gotina, no sabe lo que le espera en este viaje por el río.

¿Ustedes por qué murmuran; hay algo peor que me pueda pasar durante este viaje por el río? Gotina les preguntó.

Mira, amiga Gotina, a nosotras nos ha tocado recorrer varios ríos, lagos, sacadas por lo que tú llamas tubos, y hemos llegado a todas partes. Muchos hombres nos tratan bien y otros nos tratan mal las gotitas le contestaron.

Gotina se quedó aun más preocupada y triste; seguía sin entender muy bien lo que pasaba con la forma en que eran tratadas por la mano del hombre. De repente, el Sol hizo presencia y comenzó a calentar el río, y ella observaba como sus amigas se convertían en una especie de humo y se elevaban hacia las nubes. Asustada, preguntó:

Amigas, amigas, ¿por qué nuestras compañeras, las gotitas que estaban en aquel lado del río, se convirtieron en humo y se elevaron hacia las nubes?

Gotina, ese es otro problema causado por la mano del hombre. En ese lado del río había unos árboles que cubrían el río del Sol. Pero un día, un hombre los taló y nos dejó sin protección, por eso el calor del Sol nos convierte en una especie de gas y nos eleva hacia las nubes –las amigas le respondieron.

Gotina entonces se dijo: voy a seguir mi viaje y estaré atenta a todas las cosas que puedan pasar por mi recorrido por los ríos, los lagos y las cascadas. En ese momento el río la llevó a la orilla, el Sol la calentó y la convirtió en gas, y la elevó hacia las nubes. Pero a Gotina ya no le daba susto porque se acordó lo que le dijeron sus amigas. Luego, allí en las nubes, Gotina pensaba: qué bueno, cuando caiga de nuevo al río estaré atenta para no caer en las manos de los hombres que no cuidan las gotitas de agua.

Pero Gotina no contaba que el próximo viaje no sería al río, sino a un nacimiento de agua que surtía el acueducto de un pueblo, y en donde el hombre la utilizaría para el consumo humano. Gotina se puso triste al ver que la utilizaban en una forma irresponsable, por ejemplo, lavando carros, lavando andenes, las fachadas de las casas. Las llaves o grifos del lavaplatos, los baños y el lavamanos estaban en mal estado y por ahí las gotitas de agua se iban yendo a reunirse con otras gotitas contaminadas. Y Gotina también se fue a las gotitas contaminadas.

Gotina lucha por sobrevivir:

Luego de que Gotina llegó de nuevo al río, se encontró que ya no era aquel río lleno de millones de gotitas que formaban un buen caudal de agua, y de inmediato se acordó de lo que le comentaron sus amigas. Pues el hombre, sin cultura y sin ningún sentido de pertenencia, había destruido los árboles y el río moría lentamente por los rayos del Sol.

Moraleja: Si el hombre no cuida la naturaleza, no cuida los bosques y no siembra árboles para proteger el agua de los rayos calientes del Sol, el planeta Tierra pronto quedará sin agua. Si el hombre no utiliza bien la poca agua que queda y no ahorra y mantiene los grifos o llaves en buen estado, el agua se va y se acaba.

Allá arriba, en ese alto en donde nacía una fuente de agua, había un monte muy bonito y el agua nunca faltaba. Pero un hombre sin cultura al monte taló y por los rayos del Sol el agüita se secó.

 

  

 

Las breves palabras de la araña

Daniel Eduardo Vásquez Correa. Grado 10°-Categoría 3

Dosquebradas- Rda-Colegio Empresarial.

 

Y tomó el veneno que se encontraba en el cajón de químicos peligrosos; estaba buscando el momento oportuno para atacar la más abominable bestia hecha por la naturaleza, el animal más asqueroso que podría existir. Eso pensaba en sus adentros, mientras fumigaba rápidamente la biblioteca de su casa. Al salir del cuarto, miró hacia la ventana, la cual dejaba pasar la suave luz del clima frío de la ciudad: un paisaje gris, totalmente carente de sentimiento, una masa gigantesca de ventanas y ladrillos, un mundo lleno de fieras cultas inmersas en las redes de una sociedad poco amigable.

Aquella ventana solo hacía ver que el mundo estaba perdiendo ese verde que hace respirar muy hondo, hasta los vericuetos del alma, dejando grabada en la memoria el placer de sentirse libre, bajo la sombra de un árbol, o en el rozar de las manos con el agua de un río. Eso ya se está perdiendo, pensaba Andrés mientras se encontraba inmóvil frente a la inmensidad de la urbe. De pronto, de una esquina de la ventana, apareció su enemiga, con un movimiento suave, continuo, ocho patas coordinadas. Un espécimen tranquilo, lleno de secreto en el negro de su color, pasaba por la telaraña que había tejido con cautela para atrapar su sustento. Inmediatamente preparó el arma que habría de dar la sentencia del destino del pobre animal, que, tranquilo, se acercaba hacia una mosca que había atrapado. Ya estaba preparado Andrés para cortar el hilo de una vida totalmente innecesaria para él, estaba tan cerca, disfrutando el poder atacar, cuando en el silencio del momento, se sintió una voz muy especial:

Atácame con un golpe rápido y certero, atácame sin dudar, pero no lo hagas con ese artículo de tortura, he visto morir demasiadas, y he visto lo que causas con ese aparato ¡digno de humanos!

Las palabras fueron claras y contundentes, el joven quedó perplejo ante la situación, su cara de terror lo decía todo. Inmediatamente su cuerpo dejó de responderle, estaba tan atemorizado que no podía correr, ni matarla, fue algo espantoso para él. Sus manos se tornaron frías, y una gota de sudor rodó desde su frente por toda su cara. Entre palabras débiles y cortadas solo pudo decir:

Pero…, pero… tú… eres una plaga.

¡Plaga! No utilices esa palabra, esa palabra le queda muy grande a tu especie. Ah, hablas de plagas, ¿Acaso ese gris horrendo que ves en la ventana no es una plaga? ¿Acaso el humo que consume tus pulmones no es una plaga? ¿Acaso tú, con tus cosas, no eres una plaga?

El joven, ante el reclamo, no pudo mencionar una sola palabra, y de nuevo todo fue silencio. La araña, como si nada, se siguió acercando hacia su comida; el muchacho se incorporó de nuevo y trato de comprender sin resultado lo que estaba pasando, pero… ¿Qué podría hacer una pequeña araña contra él? Lentamente soltó el atomizador con el veneno, dejándolo en el piso, tomó una butaca que se encontraba cerca, y se sentó frente a la ventana, viendo como la araña se alimentaba. Le producía asco ver un animal al que detestaba por su aspecto, pero se encontraba sumergido en la curiosidad, el miedo, y la incomprensión de lo que sucedía.

¿Solo eso? ¿Solo eso tienes por decir? Tanto miedo solo para…

¿Acaso podría yo decir más? De qué serviría que una araña protestara ante un mundo en el cual no puede competir. Podría alargarme juzgando tu universo, ¡y con justas razones! Ya he comido suficiente, sólo mátame rápido, igual, si no lo haces tú, lo hará otro.

Nuevamente un espacio de silencio, se podían escuchar el pitido de los carros, los sonidos del ambiente callejero. Andrés miró nuevamente hacia la gran ciudad que rodeaba su apartamento. Eran las 6 p.m., la luz se encontraba tenue en el ambiente y las luces aparecían como puntillas de colores brillantes clavadas en las paredes.

Pero este es el progreso, míralo, es la etapa de desarrollo- dijo con un poco más de calma el muchacho.

-Yo no encuentro desarrollo en tanta pompa. ¿De qué sirve el desarrollo si no se preservan las riquezas fundamentales del mundo? Al final, en el amanecer de la vida, se disipará la mentira en la que vives, y verás tu vida en función de nada. Mundo rápido, vida rápida; qué más le queda a un humano: vivir satisfaciendo necesidades superfluas, encerrados en un cristal del cual prefieren no salir. Mira tu progreso, mira en lo que has transformado la piel de tu madre, mira la costra que no deja sentir el Sol a la vida, mira tu bella desgracia, en la búsqueda del dinero se están matando. ¿Y qué queda de esperanza? ¿Qué brillo quedará en el cielo? Que la conciencia nos torture al conocer los daños que han provocado; ojalá el peso del dolor causado no caiga en sus espaldas, especies que matan especies. ¿Por qué no trabajar en conjunto por un ideal más sano? ¿Por qué no ver más allá de las paredes que te ciegan y reconocer el aliento de vida que se gesta en lo más simple, y a la vez más fascinante del universo? Pero ustedes no han podido pensar de esa manera, serán aplastados por el pie que sin remedio aniquila una araña. ¿Plaga? El mundo era un bello hogar, y tu telaraña consumió todo lo que había. ¿Por quién serás aplastado después?

El joven bajó su mirada lentamente, en su corazón sentía una sensación inefable; incomodidad es la palabra que describe el ambiente en el que se encontraba, mas sin embargo no encontraba las palabras para definir lo que le decía su corazón.

Qué grandes palabras, araña.

Grandes no, escucha lo que dice el río en su sonido, lo que te susurran los árboles cuando pasas cerca de ellos, escucha cómo te habla la tierra con su voz profunda, escucha el grito frenético de la naturaleza; y más que escucharlas, valóralas, porque son voces milenarias, místicas y proféticas.

Y la araña y Andrés miraron una vez más la ciudad, con un pensamiento en común; sin despedirse, la araña tomó su rumbo por entre las paredes. El joven se quedó sentado en la butaca, con el atomizador en el piso, mirando la ventana, mientras se sentía como una pequeñísima araña, en un mundo de gigantes.

 

 

 

 

 

 

Arboricidio

 

María Manuela Sánchez Gutiérrez. Grado 5 °-Categoría 2

Pereira Rda. Colegio San Vicente Hogar.

 

Había una vez una pequeña ciudad llamada Tree City (Ciudad árbol). En su paisaje predominaba el color verde por la cantidad de árboles que allí había. Se podían encontrar de todas las especies: altos, bajos, con flores de todos los colores, y algunos daban frutas de todos los sabores.

Las avenidas estaban separadas por árboles, además había uno en cada esquina, plantados por los mismos pobladores para embellecer los jardines de sus casas.

Su mayor valor era servir de albergue para los nidos de los animales como ardillas, pájaros, iguanas y muchos otros; además, de proporcionar sombra a los habitantes del lugar.

El más viejo de ellos era un naranjo llamado Ezequiel, el cual estaba acompañado en su cuadra por sus mejores amigos más jóvenes: el manzano Joaquín y el pino Andrés.

Ellos se hablaban entre sí rozando sus ramas para comunicarse, limitados de movimiento por estar sembrados en el piso.

Un día, a la jardinera Doña Consuelo la eligieron para plantar en el parque principal el único árbol hembra, al que le puso por nombre Vanessa.

Cuando creció, sus amigos le contaron que había unas personas muy malas que talaban los árboles cuando éstos envejecían y se marchitaban, que tuviera cuidado con ellos, que por error la podrían cortar, así como le pasó en días anteriores a Steven, el árbol de banano que antes estaba en el parque.

Un día, Vanessa se durmió profundamente. Mientras ella estaba dormida, vinieron los taladores de árboles y cortaron a Ezequiel. No sirvió que éste aferrara fuertemente sus raíces a la tierra ni que los pájaros que en él habitaban aletearan sobre los asesinos para impedir este arboricidio. El daño fue grande. Cuando Ezequiel cayó al piso, también cayeron los nidos de los pájaros con sus huevos y crías. Murieron muchos allí.

Sus amigos Joaquín y Andrés se pusieron a llorar por su horrible suerte.

Al Vanessa despertar de su profundo sueño, se sintió muy sola, y los animales anidados en ella le preguntaron:

– Nessa, ¿por qué estamos presintiendo que falta Ezequiel?

Y Vanessa les respondió:

– Cierto, yo también me siento algo sola. Contaré los árboles a ver si falta alguno de ellos. Uno, dos… y… Oigan, ¿por qué no veo a Ezequiel? Le preguntaré a Andrés. ¡Oye, Andrés!, ¿Ezequiel dónde está?

– Lo han talado Andrés le respondió.

Vanessa le dijo:

– No te creo ni un poquito. Es más, voy a preguntarle a Joaquín.

Le preguntó a Joaquín y se quedó asombrada al escuchar su respuesta, que era igual a lo que le dijo Andrés. Se quedó triste al ver que su amigo Ezequiel no estaba en donde debería estar; en realidad ya estaban plantando otro compañero.

Después de varios años, a las personas empezaron a gustarles más los supermercados y los almacenes de ropa y zapatos, así que construyeron edificios como querían todos los ciudadanos. La ciudad empezó a crecer y crecer por tanto comercio, y a dañarse poco a poco la naturaleza y su hermoso paisaje, porque tuvieron que cortar muchos árboles para abrir espacio a estos edificios.

En la ciudad había menos sombra, se sentía más calor, el aire se volvió pesado y contaminado por las obras de construcción. Todo era un caos.

Llegó el día en que cortaron a Andrés y a Joaquín, aunque no estaban viejos, solo por querencia de la gente para hacer un nuevo centro de comercio.

Pero cuando las personas visitaron por primera vez ese centro comercial vieron que no era cualquier cosa, sino que habían incluido un piso completo donde se vendían cosas como semillas de árboles, plantas, materos, abonos, para tratar de recuperar la naturaleza perdida, pues habían descubierto, un poco tarde, que el daño causado tardaría muchos años en recuperarse.

Vanessa, que era el único árbol que quedaba en Tree City, estaba muy feliz al ver que por lo menos alguien se preocupaba por ellos, y dijo:

– ¡Súper!, de no ser porque estoy plantada aquí, haría una fiesta. ¡Sí! Cómo desearía no estarlo.

Mientras ella pedía no estar plantada, pasaba una estrella fugaz, la cual tomó su petición como deseo.

Al día siguiente vio que tenía pies y manos, también cara… en fin, era un árbol humano; así que hizo realidad su sueño de crear leyes que protegieran a los árboles y a la naturaleza en general de Tree City.

Empezó por ser trabajadora y estudiosa; simplemente con eso logró ser gerente de una empresa muy conocida de protección del medio ambiente. Los empleados estaban muy asustados al ver un árbol que hablaba, pero igual la aceptaban como tal y colaboraron con ella hasta cumplir su misión.

Vanessa estaba muy feliz y despreocupada, ya que no sabía que el hechizo era solo temporal.

Pasaron meses y… ¡puf!, en un abrir y cerrar de ojos, Vanessa volvió a ser parte de los árboles comunes y corrientes plantados en un lugar. Pero, eso sucedió una mañana cuando ella iba a entrar a la fábrica, sus raíces se clavaron en el asfalto de aquella empresa, y como los empleados supieron que se trataba de Vanessa, formaron un jardín a su alrededor que embelleció la fábrica. Allí se quedó por siempre el arbolito que luchó y luchó por el bien de las plantas y la naturaleza.

 

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Y colorín colorete, que otro cuento ya comience.

 

 

Valores morales: perseverancia y solidaridad. Perseverancia, porque el que persevera y es disciplinado alcanza sus objetivos, como hizo Vanessa con las leyes para proteger el medio ambiente. Y solidaridad, porque no solo pensó en proteger a su especie, sino a toda la naturaleza.