“LAS MARAVILLAS DEL EJE CAFETERO”

 

 

 

Segundo Concurso Regional Ecológico “Manuela Fernández Agredo”

 

 

 

Fundación Cultural y Ecológica

“UNA GOTITA DE AGUA”

  

 

 

 

 

Risaralda-Colombia 

 

 

 

Prólogo

 

 

            Todas las historias tienen un comienzo, un destello que nos invita a crear, las letras van hilando palabras con sabor a corazón, las palabras van tejiendo las historias de los pueblos de generación en generación.

 

Donde hay un niño, donde hay una niña, habitan cuentos y poesías, escucha sus voces y lee sus creaciones, descubrirás que sus ojitos son granos de café, que sus manos se deslumbran con el rocío del amanecer campesino, que sus brazos abrazan paisajes y animales, que sus piececitos son la alegría de los caminos, que sus risas son manantiales y cada gotita nos cubre de dulzura.

 

            Quiero contarte que conocí a Manuela, la creadora de la Fundación “Una gotita de agua”, en un Bosque de Poetas en la localidad rural de Cabuyal (Perú). Como en la historia de un cuento, niños, niñas y poetas, plantamos árboles para acariciar a la Tierra. En una ronda inmensa rendimos honores a la naturaleza y me empapé del paisaje y la hermosa esencia de Manuela y su madre Isabel.

 

            Recibí la invitación a este hermoso proyecto, el II Concurso regional ecológico de cuento y poesía “Manuela Fernández Agredo”, y lo consideré un regalo, un privilegio. Mi corazón dichoso recibió los escritos de los niños y niñas de escuelas y colegios del departamento de Risaralda en Colombia. Canta la tierra en las voces de niños y niñas, cantan las semillas de café tostadas y molidas, canta el paisaje cafetero, patrimonio cultural vivo de Colombia.

 

Niñas y Niños de Colombia:

 

            Quiero contarles que los cuentos y poesías que crearon llamaron a mi puerta, que hay nidos de pajarillos en mi mesa, aroma de café en mi cocina y un plato de arepa, que sus versos durmieron en mi almohada y que sus vivencias habitan en mi morada chilena. Imagino en mi jardín árboles de aguacate, guayacán y mango, que se mecen al compás de cascadas y ríos; las mañanas se han vuelto campesinas y cosecho narraciones amasadas con manos colombianas en pueblitos rodeados de montañas y verdes cafetales.

 

            Pequeños buscadores de creaciones infinitas, han reunido a los pueblos en comunidad y armonía con hilos de tibieza, han tejido las historias que alegran los caminos de su tierra.

 

            Gracias por dejar atrás las penas, por crear letras viajeras, por la ternura infinita, por sonreírle a la tierra, les dejo un beso de rocío en sus caritas de sol y luna.

 

Verónica Baeza Yates

Santiago-Chile